El hombre parece tener más carácter cuando sigue
su temperamento que cuando sigue sus principios.
Lo que no me mata, me fortalece.
Las convicciones son más peligrosos enemigos de
la verdad que las mentiras.
Todos los pozos profundos viven con lentitud sus
experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta
saber qué fue lo que cayó en su profundidad.
La esperanza es un estimulante vital muy
superior a la suerte.
El sexo es una trampa de la naturaleza para no
extinguirse.
Lo que hacemos no es nunca comprendido, y
siempre es acogido sólo por los elogios o por la
crítica.
Olvida uno su falta después de haberla confesado
a otro, pero normalmente el otro no la olvida.
No se odia mientras se menosprecia. No se odia
más que al igual o al superior.
Si sólo se dieran limosnas por piedad, todos los
mendigos hubieran ya muerto de hambre.
Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los
favores recibidos que se estrangulan con la cuerda
de la gratitud.
Todo idealismo frente a la necesidad es un
engaño.
La demencia en el individuo es algo raro; en los
grupos, en los partidos, en los pueblos, en las
épocas, es la regla.
El hombre sufre tan terriblemente en el mundo
que se ha visto obligado a inventar la risa.
La edad de casarse llega mucho antes que la de
quererse.
Negar a Dios será la única forma de salvar el
mundo.
Dios ha muerto. Parece que lo mataron los
hombres.
Sólo comprendemos aquellas preguntas que podemos
responder.
¿No es la vida cien veces demasiado breve para
aburrirnos?
El remordimiento es como la mordedura de un
perro en una piedra: una tontería.
Nuestro destino ejerce su influencia sobre
nosotros incluso cuanto todavía no hemos aprendido
su naturaleza; nuestro futuro dicta las leyes de
nuestra actualidad.
La sencillez y naturalidad son el supremo y
último fin de la cultura.